Ingrid Centeno

A veces me odio, por esclavizarme a ti por quererte como te quiero por desearte infinitamente y sentir que no es suficiente. Me pregunto si fui una más en tu vida o una menos en tu lista de espera. Es que veo mis manos entrelazadas con las tuyas, cuando hago el amor con él y confirmando ser una tonta por sentir que estoy siendo infiel. No tuvimos nada y a la vez lo hicimos todo, el amor y los mimos que hoy se reducen a la presencia de alguien más, que sin darme cuenta lastimo.

Me robaste la libertad por un tiempo, pero no pensaste en lo que sucedería después, volví más fuerte, volví feliz. De alguna manera agradezco tus malas acciones, porque me cambiaste la vida, ahora soy otra, el sufrimiento solo fue una pequeña piedra en la cual me tropecé cuando iba de camino hacia mis sueños. De mí se encargó Dios, de guiar mis pasos y darme valentía. Él mismo me susurró un día, que de ti se encargará después...

Tal parece que cuando eres sensible, la vida se empeña en ponerte todas las pruebas posibles para que te hundas en la miseria, para que dejes a un lado tus sueños, convenciéndote a ti mismo de que son imposibles de alcanzar. También te das cuenta de que muchas de las personas que te rodean solo quieren acelerar el proceso para verte convertido en un desgraciado, comportándose como amigos, brindándote aparentemente su ayuda, pero todo es un engaño, se aprovechan de tu bondad y de tu falta de maldad para ver las cosas claramente. A veces me pregunto ¿Por qué te envidian? Si físicamente no eres un Thor, tampoco un Einstein, y no es por menospreciarte, pero eres un chico normal, buena gente, que ayuda a los demás cuando lo necesitan, trabajador, buen hijo, buen novio y sorprendentemente buen padre y he aquí la respuesta a mi pregunta. Lo que a ti te sobra, a los demás les hace falta. No hay que ser muy inteligente para saber que la maldad que a ti te hacen hoy, mañana se verá reflejada en