Esas noches...

Esas noches que jamás olvido, noches tiernas, noches en que la luna es testigo de eso que no se puede explicar, pero que prevalece intensamente en esas miradas que se cruzan de repente. Debo decir que en esas noches eres la mejor de las compañías, disfruto tanto el sentarme junto a ti a sabrosear el café que preparas para mí, esas largas conversaciones en las que el tiempo no es nuestro mejor aliado, pero tampoco lo consideramos enemigo. Esos momentos en los que desahogas tus penas y ahí estoy yo, dispuesta a escucharte y darte un consejo, ese dulce beso en la mejía que con seguridad lo das por agradecimiento, es tan hermoso disfrutar de tus locuras, de esos ataques de risa y momentos de pánico cuando me agarras chineada y me das vueltas hasta marearme, cuando de repente me abrazas con ganas de nunca soltarme o cuando te da por tomarme a la fuerza y mojarnos juntos en la fuente. Es tan hermoso verte y saber que estás ahí, aunque me dé pena mirarte a la cara y no saber qué hacer, si seguirte viendo o simplemente apartar la mirada.

Esas noches cuando me cuentas tu etapa de niño, esos momentos tan épicos y maravillosos que te han convertido en lo que ahora eres, un hombre lleno de virtudes y sueños, cubierto de esa capa llamada frialdad que te protege, eres eso que divierte a mis luchas por dejarlo todo, aunque no te lo cuente, pero sólo verte me hace bien, sólo saber que hay en este mundo alguien sincero, que no importa lo que yo diga o piense siempre estás ahí para regañarme o felicitarme.

Esas noches en las que valoro tu presencia, esa que a veces me debilita, pero que sé no puede ser posible, pues nuestras vidas no están preparadas para luchar por eso que le llaman "amor", eso que me hace verte bonito, que me hace quererte de lejos, si, porque lejos del amor, estamos mejor.

Antes que todo somos amigos, y aunque la gente diga lo contrario, no me atreveré a negarlo, a decir que no te quiero y que me gustaría siempre protegerme en tu pecho.